Este fin de semana hemos cambiado el itinerario vacacional al menos cinco o seis veces, y eso que los billetes hace ya casi un mes que los tenemos. Y es que ha llegado la fiebre anual de la ruta de viaje: la nueva lonely planet ya está en casa, el sábado se alcanzaron 35 grados centígrados en mi ciudad y hasta tenemos mapa nuevo en el comedor (con las paredes recién pintadas los archipiélagos de salsa de tomate del anterior eran demasiado evidentes. Esta vez lo he comprado plastificado). Hacer corresponder la cantidad de sitios por visitar con los pocos días con los que contamos este año es una ardua tarea; yo lo que no entiendo, por ejemplo, es por qué narices el castillo de una condesa húngara tiene que estar en la República Eslava, un poquito de seriedad, hombre. Bueno, la cuestión es que ya prácticamente está todo decidido, y lo que no lo está no lo estará hasta que estemos allí. (Uf. A ver quién es el guapo que lee esa frase cinco veces seguidas sin atrancarse.) Y quedan dos meses y yo ya estoy un poquito allá, otro poquito acullá, y aquí solo queda prácticamente el piloto automático.
Otras cositas que han pasado en estos dos días: nos hemos acabado El Código da Vinci para PS2 en menos de dos semanas; mi primo el rasta al comandante mientras recibía de manos de éste un plato de arroz a la cubana "Comandante, eres como una madre, pero sin tetas"; alguien con quien quedé el sábado y que me llamó vilipe en el mundo en el que todos me llaman por otro nombre; un aperitivo dominguero a la sombra de los pinos durante el que escuché atentamente, con esa atención con la que solo se escuchan las cosas que no van dirigidas a una, qué debo votar y qué no un día de estos...
Y hoy lunes. Menos mal que está CSI.
29.5.06
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