16.5.06
Heroicidad cotidiana
Voy sacando el monederito mientras bajo el primer tramo de escaleras y me despido de mi microcosmos. Cuando estoy a punto de llegar a la máquina, con el bono mensual ya en la mano, oigo el primer piip. A mi alrededor nadie se apresura, creen que es demasiado tarde, pero yo en menos de un segundo he decidido que no es así, paso la targeta y me pongo a correr. En mi carrera sobrepaso a varios futuros pasajeros cuyo gesto indica que no me creen capaz de semejante hazaña. Bajo los treinta o cuarenta últimos escalones de dos en dos, de tres en tres, mientras sigo oyendo el pitido de aviso, el cuarto o el quinto ya. Y al llegar al andén, allí está todavía. Las puertas empiezan a cerrarse pero yo, en un acto de valor totalmente inesperado en y por mí, me lanzo en un último sprint, alcanzando mi objetivo mientras oigo las puertas cerrarse inmediatamente tras mi paso. Me quedo plantada en medio del vagón, recuperando el aliento con una enorme sonrisa de satisfacción en mis labios. Y es complicidad lo que veo en los ojos de quienes han seguido la escena.
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