Hace ya mucho tiempo, afortunadamente, que dejé atrás la pubertad, esa difícil etapa de la vida que causa dolor por definición. Atrás quedaron las inseguridades (o por lo menos las más radicales), los enamoramientos tontos y las amistades que iban a durar toda la vida. Y las espinillas. ¿También las espinillas? No, gente, no. Las espinillas no.
Yo nunca he tenido problemas serios de acné; algún que otro grano, pero nada del otro mundo. Y ahora que la edad va ya resecándolo todo (uy, qué imagen más fea me ha quedado), pues menos aún. Ya nunca me salen. Excepto cuando me tengo que ir de viaje. Siempre, y cuando digo siempre quiero decir exactamente eso (si no diría otra cosa, ¿no?), siempre, digo, que me voy a ir de viaje me sale una espinilla. Una súper espinilla. Poned que salgo de viaje tres veces al año; pues tres granos. Y claro, como ya tienen la lección aprendida, se pasan el resto del año preparándose para este momento, alimentándose de toda la porquería que ingiero, creciendo en mi interior para sólo asomar el cabezón un par de días antes de irnos. Su objetivo: obviamente, hacerme quedar mal en las fotos. Pero, jejejejeje, lo que ellos no sospechan (de todos es sabido que los granos son criaturas bobas que actuan simplemente por instinto) es que todos sus esfuerzos son inútiles. Ya nos encargaremos mi amigo fotoshop y yo de ellos. Y parecerá un accidente.
9.2.06
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5 comentarios:
Pobre grano, si ya está en las últimas... si tienes su cadáver aplastado en la cara.
Empezó él. Me provocó.
Gracias por el link, Doña Vilipendia.
Es un placer poder poner mi granito de arena para que la mayor cantidad de gente posible disfrute con su blog. Gracias a usted, sra. danae.
Pues sí, ya va el link.
No volvería a la pubertad ni harto de vino, y lo de las espinillas seguro ke te compensa.
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