Así me lo aprendí yo

No escribo este post porque me indigne la raza humana, aunque sí. Tampoco lo hago porque quiera crear polémica, nada más lejos de mi intención. Lo hago para desahogarme; a todos nos importan las cosas en la medida en que nos afectan. Y es que ya está bien; ya está bien.
Cada uno tiene sus sueños, sus ilusiones. Pues bien, la mía es ir a jerusalén. Mira, llamadme rara, qué le voy a hacer. Este año, tras muchos muchos intentos frustrados, había convencido al Comandante para ir de vacaciones a oriente medio. Pensábamos hacer una ruta por israel, jordania, siria y el líbano. Bueno, quedaban más de siete meses y yo ya tenía hasta hoteles mirados. Qué ilusión más grande, madre mía.
Hamas ganó las elecciones. Ahí El Comandante se acojonó un poco, pero le medio convencí de que era muy pronto, que el lío acabaría antes de que llegara la hora de irnos. Bueno. Palidecía levemente cuando veía las noticias, pero aceptó. Y entonces van los dinamarqueses y hacen la gracia del dibujito de los cojones. Hay que ser capullo. No, no señor, ni libertad de expresión ni hostias, que me tienen harta con tanta doble moral, joder. A ver. Los moros no están cabreados con nosotros realmente por la caricatura, bueno, quizá un poco sí, pero no sólo por eso. Están que echan humo porque llevan años aguantando que hagamos de mecenas de dictadores y que luego, cuando se nos vayan de las manos, les castiguemos a todos. Y es que es normal. Y sudamérica debería reaccionar igual. Y áfrica. Lo que pasa es que a éstos los tenemos calladitos con deudas internacionales y con promesas de progreso, y a los moros no. Porque tienen petróleo. Y porque además los cuatro espabilaos, a los que occidente beca, tienen a la masa entretenidísima con la religión. Individualmente, puede haber de todo. Pero las masas somos estúpidas como ovejas. Si nos quitan todo aquéllo que nos puede dar miedo perder y, a cambio de ayudarles, nos prometen la felicidad eterna... Pues eso, pasa lo que pasa. A mí lo que me indigna no es que ellos reaccionen así, sino que nosotros les provoquemos. Y no me vengais con la libertad de expresión; no me vengais con la libertad de expresión que es que me pierdo. Puede que los moros tengan que aprender a ser más tolerantes. Puede que tengan que aprender muchas cosas. Puede que nosotros también. Pero tras siglos de colonizaciones, expoliaciones, guerras absurdas y demás lindeces, a mí tampoco me haría mucha gracia que luego viniera el causante y me dijera que es que tengo que ser más tolerante, que tengo que tener más sentido del humor. Venga ya hombre. Hasta aquí podíamos llegar.
Creo que todo reside en la capacidad de ponerse en la piel del otro. Y que ellos no sean capaces de ponerse en mi lugar, yo, lo entiendo perfectamente. Lo que me toca los huevos es que nosotros, con nuestro "bagaje cultural", no seamos capaces de ponernos en el suyo. Basta de demagogia, por caridad.