31.10.06

Y el cielo, por mí, se puede esperar

Cuando era pequeña (un día de estos voy a tener que contar cuántos de mis posts empiezan con esta frase) siempre íbamos al cementerio el uno de noviembre, con mis padres, mi abuela y mi hermano. Y es que había que arreglar el nicho de mi abuelo, limpiarlo bien y cambiarle las flores de plástico que se habían amarilleado desde el año anterior. A mí de entrada me daba palo, porque el rato que dedicaban a tal actividad mis mayores era rato de tele que me perdía yo, pero una vez allí la verdad es que se me pasaba el tiempo volando. Era en el cementerio más grande de mi ciudad, que parece una ciudad en sí mismo, con sus calles, sus señales de tráfico, sus parques; y además mi abuelo (ahora mis abuelos) estaba enterrado en la calle más alta, con lo cual la imagen de hormiguero de la que se disfrutaba desde allí era increíble. Recuerdo que mi mayor obsesión era buscar las tumbas de niños, hacía cálculos mirando las fechas de nacimiento y muerte, y les cogía un cariño especial a los que tenían mi misma edad. Ni siquiera sé si era del todo consciente de que esos niños estaban allí encerrados, muertos. O por lo menos no sé a partir de cuándo empecé a serlo ni cómo me afectó el entenderlo. El caso es que cuando llegaba la hora de irnos no era raro que mi madre tuviera que tirarse un buen rato buscándonos (por supuesto mi hermano me acompañaba en mis andanzas, a ver qué iba a hacer el pobre).
Luego, por la noche, mi tía Angustias subía a casa de mi abuela, que vivía en el piso de arriba, y remataban el día dándome otra imagen difícil de olvidar: el despliegue de palomitas. Consistía en encender x número de velitas, siendo x una variable que correspondía a las almas por las que se pretendía rezar; velitas, digo, con alas y con un corcho en la parte superior, dejándolas flotar en un recipiente con agua cuyo tamaño, lógicamente, también fue variando a lo largo de los años. Nunca supe dónde compraban aquellas velas, ni qué oraciones rezaban por las almas de nuestros familiares, ni me interesó realmente. Pero me fascinaba la seriedad con la que las dos mujeres lo preparaban todo, y cuando ya todas las palomitas flotaban me quedaba mirándolas, sin tocarlas, por supuesto, ya que cada una de ellas se correspondía al ánima de uno de mis antepasados y si la apagaba sin querer podía ser que nunca consiguiera descansar en paz. Así, cuando se iban consumiendo al cabo de no mucho rato, respiraba tranquila. Vela apagada, alma salvada. Fácil.
Ayer leí en el periódico que en el cementerio del que os hablaba han construido un nuevo parque en el que esparcir las cenizas, porque los nichos, aunque cuestan más baratos y no hay casi bichos, ya no están de moda. Es más, para amenizar el momento, una banda puede tocar en directo algo de Mozart, Beethoven o incluso de Eric Clapton o Brian Adams.
No sé, cuando llegue el momento a mí que me toquen Reptilia.

5 comentarios:

marca dijo...

He leido hace un rato, y llevo pensando desde entonces cual sería el fondo musical. Y como ya lo sé, mañana te lo mando.

(Qué tétrico todo, jujuu)

Anónimo dijo...

Joe, qué mal rollo me ha entrao por el cuerpecillo...Esto que ha sido, por Jalogüin???
La última vez que fui a un cementerio me dije "una y no más santo tomás, asi se muera mi madre" (dios no lo quiera)...
qué mal rollo, qué mal rollo

Sobre la canción que me gustaría que sonara de fondo...creo que el sólo hecho de plantearmelo me pone los pelos de punta
Sorry por mi poco humor con la muerte :(

nadadora dijo...

A mí me tocan algo de Eric Clapton o Brian Adams y les interpongo una demanda desde el Más Allá.
(Lo de las palomitas es muy folklórico).

Antonio Latorre Jimenez dijo...

Funebre pero verdaderamente encantador tu post, gracias a él me han venido a la memoria mis visitas al cementerio.
Lo que más me gustó fueron los comentarios de mis tias, verdaderos repasos históricos o crónicas de los chismes de cada cual, tanto familiares como conocidos, todos pasaban por el aro. Desde mi mas tierna infancia me adiestraron, así es la vida, y la muerte.
Sañuditos...

vilipendia dijo...

marca, ganas tengo. Qué detallazos te marcas. Jé. :F (mi cara de Joaquín Reyes)

sunny, yo es que soy muy de cementerio, supongo que me viene de familia.

nada, jajajajja, eso mismito pensé yo. Y es que hay que joderse, coño. Cuando está ya una indefensa le dan un golpe bajo de esta calaña. Vengayá. (Es que mi familia es (era) muy folclórica).

sr. chisme, es verdad. Mi abuela y mis tías hablaban de los muertos como si estuvieran vivos, y si tenían que poner a alguno a caldo no se cortaban ni con tijeras. Eso sí, luego le encendían su velica. Besos.