Tirrias

Xaral me ha pedido que enumere las cosas que me dan rabia, y aquí estoy. La verdad es que me ha venido divinamente porque estaba súper perra y esto es fácil. Aunque lo he estado pensando cuando venía en el autobús y creo que ya no soy tan maniática como antes, me ha costado bastante acordarme de unas cuantas. O eso o el thc ha hecho una auténtica masacre entre mis neuronas.
Vamos a ver. No soporto a los jipis, así, en general. Con ese buen rollito, falso, más falso que la falsa moneda. Ese look andrajoso pero sin gracia; porque puedes ser dejao, pero con estilo, coño. Y que no me digan que es que a ellos les da igual porque están en otra onda y pasan de la moda porque si no se pondrían cualquier cosa, y no es así… ese color lila jipi… No puedo, no puedo con él; el lila jipi me supera.
Mmmmmm… la gente a la que se le queda el dedo enganchado en el timbre al picar. Qué cansinos, por dios. A veces he intentado no hacer caso. Que te jodan, ahora no te abro, por escandaloso. Pero es que son insistentes los cabrones. Como si los primeros diez segundos de ñeeeeeeeeeeeeeeeeeeeec no hubieran sido suficientes para que a cualquier bicho viviente de la casa le reventaran los tímpanos. Y claro, contestas para que cese la tortura. Y entonces resulta que es tu tía, la madre de tu primo slash, y te comes tu ira con patatas. Eso no puede ser bueno.
Los que entran corriendo en el ascensor para que no subas con ellos. A mí no me gusta estar con desconocidos en espacios reducidos, pero disimulo, joder. Nuestra sociedad se basa en el disimulo, sin él, qué nos queda. Cuando hacen eso, me dan ganas de ir corriendo, aguantar la puerta en el último momento y sonreírles. Pero no lo hago.
Caerle bien a gente que me cae mal, sobre todo si son graciosillos. Porque estas situaciones las llevo fatal, y acabo sintiéndome culpable. Si estás en igualdad de condiciones es todo mucho más llevadero, no te soporto-no me soportas, perfecto, no te soporto pero hago como que sí-tú haces lo mismo y se te ve a la legua, genial, las cartas sobre la mesa. Pero cuando el otro cree que te ríes de sus bromas porque realmente lo merecen… no sé, a mí me sabe mal. Una vez me pasó eso con un chico al que veía a menudo, y lo acabé odiando abiertamente. Y desde luego eso tampoco es bueno.
Y en el número uno de mi lista, guauguauguauguau, las pinzas de tender la ropa. No puedo ver una camiseta mal tendida, se me encoge el corazón. Hay gente sin escrúpulos que tiende las camisetas por la costura inferior, boca abajo, sujetándolas por las dos esquinas. Y luego los veo con ella puesta, con los dos picos colgando, que parece un diseño asimétrico de la puta agatha ruiz de la pradera y me digo te lo tienes merecido, por sádico, hacer sufrir así a la pobrecilla. Esta es su venganza, hacerte ir como un fantoche. Para mí los patios interiores vecinales son un lugar de disfrute y sufrimiento a partes iguales debido a esta enfermiza tendencia mía a mirar las cosas que no me gustan para afianzarme en mi convencimiento de que, efectivamente, no me gustan. Porque no son sólo las camisetas, desde los calcetines a las sudaderas, pasando por bragas y toallas, todas las prendas son auténticas damnificadas de las manos torpes de esos desalmados. Alguna vez, a escondidas, hasta a mi madre le he cambiado la colocación de las pinzas.
Y me estoy dando cuenta de que sí, que va a ser el thc porque ahora que estoy no pararía. Qué alivio, creía que me estaba convirtiendo en una persona agradable, con la rabia que me dan.