Bienvenidos a Odisea

Análisis de ADN mitocondrial a perros de todo el mundo han demostrado que descienden de no más de nueve lobas centroeuropeas. Y esto me parece alucinante, porque si hay un animal que presente variaciones entre sus distintas razas, sin duda es el perro. Cómo pueden descender un chihuahua, un san bernardo, un salchicha, un snauzer y mi jeffrey de la misma loba... Es increíble. Y es que la eugenesia llevada a cabo con estos animales no tiene nombre. Hay razas que son una putada. A ver, un bulldog no puede ser feliz. Se ahoga, no puede girar la cabeza, no puede jugar... ¿Y un basset? Uffff... Los hombres llevan siglos haciendo cócteles genéticos con sus mejores amigos, y pasa lo que pasa. Ahora, eso sí, son monísimos.
Mi acho es un pekinés. Bueno, es un chucho, pero está claro que la sangre pekinesa corre por sus venas, como el alcohol por las de ramoncín. Ayer me enteré de que el primer acercamiento entre perros y humanos se produjo en china. Estrecharon lazos. Y durante la dinastía tang (hace casi mil quinientos años) se empezaron a llevar a cabo cruces para conseguir perros muy pequeños pero con el mayor parecido posible a leones, con el fin de defender los palacios de los malos espíritus. Así aparecieron los pekineses, los shit-sus, los pomeranias, los schopthunds o los carlinos. Eran sumamente respetados y su cuidado era responsabilidad de los eunucos. Comían cosas como aletas de tiburón, hígados de chorlito y pechugas de codorniz. No conocían la vida fuera de palacio, y si alguien del pueblo era sorprendido junto a ellos, se le condenaba a muerte.
En el siglo XIX, durante la guerra del opio, el emperador, al ver que el palacio iba a ser tomado irremediablemente, ordenó matar a todos los perros para que éstos no cayeran en manos del enemigo. Se cumplieron sus órdenes, pero los ingleses aún encontraron a cuatro pekineses protegiendo el cuerpo de la emperatriz, que se había suicidado. Uno de ellos fue llevado a Inglaterra como regalo para la reina Victoria, los otros tres quedaron a cuidado del duque de richmond.
Una vez sabido esto, entiendo perfectamente la altivez de mi acho. Es de rancio abolengo.